miércoles, 25 de julio de 2007

Se recupera el Pirulito

Desde hace varios años los vecinos de Galaroza andan empeñados en recuperar la fiesta del Pirulito, que fue santo y seña del calendario festivo de este pueblo durante muchos años.

Se hace coincidir con la festividad de San Juan y de San Pedro, por lo que son estas fechas las propias de una tradición que se estaba perdiendo. Hasta ahora tan sólo los habitantes de la barriada Manuel González Trujillo seguían con esta fiesta desde hace 12 años consecutivos en las calles Fernández de Landa y Los Jarritos, y ya el año pasado se sumaron los de la calle Cielo, por lo que se auguraba un renovado auge que se ha confirmado este año. Han sido los vecinos del pueblo abajo los que han organizado un gran pirulito en torno a la Cruz de las Pizarrillas, uno de los lugares más emblemáticos de Galaroza.

La fiesta y la convivencia se han extendido durante varios fines de semana, conformando un ambiente que hacía muchos años que no se vivía en esta zona del pueblo. La experiencia ha sido tan agradable que los vecinos han prometido continuar y mejorar su Pirulito en años venideros. El propio Alcalde, Antonio Sosa, vecino de la zona desde que nació, ha participado en estas fiestas que intentará realzar desde el Ayuntamiento. También la Asociación Cultural Lieva colaborará en el engrandecimiento de esta tradición.

El Pirulito era una fiesta traída a Galaroza por los mineros cachoneros que trabajaban en Alosno, aproximadamente en el primer cuarto del siglo XIX, según los datos que podemos obtener del libro “Aspectos históricos de Galaroza”, obra del erudito local Emilio Rodríguez Beneyto.

Por sus investigaciones y la recopilación de recuerdos que este autor hace en sus obras, podemos saber que las distintas reuniones de jóvenes colocaban un pino en el centro de sus calles, y lo adornaban de guirnaldas de colores. A su alrededor se celebraban bailes y se cantaban coplas típicas de la festividad. Precisamente en el libro de Beneyto titulado “Retorno”, se incluye una preciosa fotografía de la celebración del Pirulito en una calle de la zona de Venecia durante los años 20.

Los niños construían unos juguetes que se denominaban “cariocas”, formados por una bolsa de tela llena de tierra, con varias cintas de colores apiñadas a un extremo. La diversión consistía en darles vueltas y lanzarlas al aire mediante una cuerda.

La traída del pino recuerda a la casi olvidada actividad de “ir por el ramo” o por el chopo para celebrar la ancestral fiesta que lleva el nombre de dicho árbol. Eran los niños los que, a lomos de burros, buscaban el romero para una fiesta que también se ha ido perdiendo.

Las calles del entorno de las Pizarrillas han sido engalanadas con cadenetas, mantones en los balcones y toda suerte de atavíos. Destaca el engarce de las cadenetas de papel, ya que se ha recordado la vieja forma de pegarlas con una mezcla de agua y harina. En lo alto del pino se colocó el tradicional espejo y una cebolla para que traiga buena suerte en el futuro a la calle donde se instala, según cuentan los más viejos.

Son éstos los que más están disfrutando, ya que esta iniciativa les trae buenos recuerdos de su juventud. Sobre ellos va a recaer la responsabilidad de rescatar las canciones de antaño, como aquella que decía:

Pirulito que bate, que bate
Pirulito de Tío Garrapate
Pirulito de verde limón
Pirulito de mi corazón

O aquella otra que obligaba a los mozos a escalar el árbol a los acordes de:

En esta calle hay un pino
Que no lo gatina un gato
Que lo gatina fulano
Con su divino zapato

El deseo de los vecinos es que estas canciones sean aprendidas por los chiquillos para que los aspectos más entrañables de la fiesta queden perpetuados en la memoria colectiva de los cachoneros.

Los vecinos, por tanto, han sido los verdaderos protagonistas de la fiesta, ya que se han implicado de una forma absoluta, elaborando comidas para la ocasión, en la que predominaron los productos autóctonos, y son los que han sufragado todos los gastos del evento.

No hay comentarios: